EL ADVIENTO:
TIEMPO DE ESPERANZA FRENTE A UN MUNDO VELOZ

En la Iglesia Católica, el
primer domingo de Adviento marca el inicio del nuevo año
litúrgico. La importancia este tiempo es tal que la Iglesia
emplea cuatro semanas en su preparación y meditación,
durante las cuales se busca comprender y celebrar el
profundo significado del Nacimiento de Jesús, nuestro Señor
y Salvador. El Adviento un tiempo de renovación para
profundizar nuestra relación con Dios; es un tiempo que pide
la conversión de nuestros corazones. También es un tiempo de
conversación con Dios para preguntarle lo que Él quiere de
nosotros.
En un mundo tan veloz, en el
que todo está al alcance de nuestras manos, puede faltarnos
la esperanza. Esto puede llevarnos a querer una respuesta
inmediata cuando pedimos algo en oración. Terminamos
entonces optando por medios rápidos para satisfacer nuestras
necesidades, buscando salir del problema por todos los
medios. Pero hay algunas áreas en la vida en las que no
podemos tomar acción rápida. Para ellas, tenemos que
arpender a esperar por la respuesta adecuada, conforme al
designio de Dios.
El Adviento es un tiempo que
nos invita a tener paciencia esperando el tiempo de Dios.
El Adviento nos invita a
reflexionar sobre la venida de Jesús: su venida pasada hace
2000 años, su venida diaria a través de la Eucaristía, su
venida a través de las Escrituras, la comunidad orante y el
prójimo necesitado; y también su venida futura, la Segunda
Venida en gloria, que representa el cumplimiento del plan
salvífico de Dios. Este tiempo litúrgico nos anima a
cuestionarnos: ¿estamos realmente preparados para recibir al
Señor en su gloria
La clave para esta
preparación está precisamente en la acogida de la presencia
diaria de Jesús en nuestras vidas, especialmente en los más
necesitados de nuestra ayuda. Con demasiada frecuencia,
pasamos por alto o ignoramos esta presencia. Sin embargo,
Jesús ya nos advirtió: «cuanto hicisteis a uno de estos
hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis» (Mt
25,40). Por lo tanto, nuestra caridad hacia los demás
refleja nuestra relación y actitud hacia Dios. La mejor
manera de esperar al Señor y prepararnos para el último día
es vivir con amor auténtico, entregándonos a los demás con
generosidad y de todo corazón.
El místico alemán Angelus
Silesius afirma: «Cristo podría nacer mil veces en Belén,
pero todo sería en vano hasta que nazca en mí». Debemos
permitir que Jesús renazca en nuestras vidas. Quienes nos
rodean deberían percibir ese renacimiento de Jesús en
nuestras vidas a través de nuestro amor compartido, nuestro
perdón incondicional, nuestro corazón compasivo y
misericordioso y nuestro espíritu de servicio humilde y
comprometido.
Tiempo de preparación para el
único regalo necesario.
El Adviento nos llama a
«estar despiertos», a no dormirnos ante la oportunidad que
nos da la vida de descubrir a Dios y las cosas de Dios, de
«velar» y de estar atentos a los signos de la presencia
diariade Dios en nuestras vidas. Dios nos ofrece este
precioso tiempo de Adviento, así que estemos preparados para
recibirlo, para recibirlo en nuestras vidas y hacerlas
mejores.
Esta es una época en la que
damos y recibimos muchos regalos (especialmente en Navidad y
en el Día de Reyes), pero existe un único regalo necesario,
que es Jesús. El Padre celestial siempre está dispuesto a
dárnoslo, pero depende de nosotros aceptarlo. Para ello,
debemos tener la actitud del salmista, que dice: «Espero en
el Señor, todo mi ser espera, y en su palabra he puesto mi
esperanza. Espero en el Señor más que los centinelas a la
mañana» (Sal 130:5-8).
Os propongo comenzar este
Adviento con una actitud de esperanza, como la que refleja
este hermoso poema del poeta de la India Rabindranath Tagore,
titulado «pasos silenciosos»:
«¿No has oído sus pasos
silenciosos?
Él viene, viene, siempre viene.
Cada momento y cada edad,
cada día y cada noche él viene, viene, siempre viene.
Muchas canciones he cantado en muchos estados de ánimo,
pero todas sus notas siempre han proclamado:
"Él viene, viene, siempre viene".
En los fragantes días del soleado abril a través del sendero
del bosque
él viene,viene, siempre viene.
En la penumbra lluviosa de las noches de julio en el carro
atronador de nubes
él viene, viene, siempre viene.
En pena tras pena son sus pasos los que presionan mi
corazón,
y es el toque dorado de sus pies lo que hace brillar mi
alegría.»