PASIÓN
DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO SEGÚN SAN MARCOS
Faltaban.
dos días para la Pascua y los Acimos. Los sumos
sacerdotes y los letrados pretendían prender a
Jesús a traición y darle muerte. Pero decían:
S.
-No durante las fiestas; podría amotinarse el
pueblo.
C.
Estando Jesús en Betania, en casa de Simón, el
leproso, sentado a la mesa, llegó una mujer con
un frasco de perfume muy caro, de nardo puro;
quebró el frasco y se lo derramó en la cabeza.
Algunos comentaban indignados:
S.
-¿A qué viene este derroche de perfume? Se podía
haber vendido por más de trescientos denarios
para dárselo a los pobres.
C.
Y regañaban a la mujer. Pero Jesús replicó:
+
-Dejadla, ¿por qué la molestáis? Lo que ha
hecho conmigo está bien. Porque a los pobres
los tenéis siempre con vosotros y podéis
socorrerlos cuando queráis; pero a mí no me
tenéis siempre. Ella ha hecho lo que podía: se
ha adelantado a embalsamar mi cuerpo para la
sepultura. Os aseguro que, en cualquier parte
del mundo donde se proclame el Evangelio, se
recordará también lo que ha hecho ésta.
C.
Judas Iscariote, uno de los Doce, se presentó a
los sumos sacerdotes para entregarles a Jesús.
A1 oírlo, se alegraron y le prometieron dinero.
El andaba buscando ocasión propicia para
entregarlo.
El
primer día de los ácimos, cuando se
sacrificaba el cordero pascual, le dijeron a Jesús
sus discípulos:
S.
-¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la
cena de Pascua?
C.
-El envió a dos discípulos diciéndoles:
+
-Id a la ciudad, encontraréis un hombre que
lleva un cántaro de agua; seguidlo, y en la
casa en que entre, decidle al dueño: «El
Maestro pregunta: ¿Dónde está la habitación
en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?»
Os
enseñará una sala grande en el piso de arriba,
arregladla con divanes. Preparadnos allí la
cena.
C.
Los discípulos se marcharon, llegaron a la
ciudad, encontraron lo que les había dicho y
prepararon la cena de Pascua. Al atardecer fue
él con los Doce. Estando a la mesa comiendo
dijo Jesús:
+
-Os aseguro, que uno de vosotros me va a
entregar: uno que está comiendo conmigo.
C.
Ellos, consternados, empezaron a preguntarle uno
tras otro:
S.
-¿Seré yo?
C.
Respondió:
+
-Uno de los Doce, el que está mojando en la
misma fuente que yo. El Hijo del Hombre se va,
como está escrito, pero, ¡ay del que va a
entregar al Hijo del Hombre!; ¡más le valdría
no haber nacido!
C.
Mientras comían, Jesús tomó un pan, pronunció
la bendición, lo partió y se lo dio diciendo:
+
-Tomad, esto es mi cuerpo.
C.
Cogiendo una copa, pronunció la acción de
gracias, se la dio y todos bebieron.
Y
les dijo:
+
-Esta es mi sangre, sangre de la alianza,
derramada por todos. Os aseguro, que no volveré
a beber del fruto de la vid hasta el día que
beba el vino nuevo en el Reino de Dios.
C.
Después de cantar el salmo, salieron para el
Monte de los Olivos. Jesús les dijo:
+
-Todos vais a caer, como está escrito: «Heriré
al pastor y se dispersarán las ovejas.»
Pero
cuando resucite, iré antes que vosotros a
Galilea.
C.
Pedro replicó:
S.
-Aunque todos caigan, yo no.
C.
Jesús le contestó:
+
-Te aseguro, que tú hoy, esta noche, antes que
el gallo cante dos veces, me habrás negado
tres.
C.
Pero él insistía:
S.
-Aunque tenga que morir contigo, no te negaré.
C.
-Y los demás decían lo mismo.

C.
Fueron a una finca, que llaman Getsemaní, y
dijo a sus discípulos:
+
-Sentaos aquí mientras voy a orar.
C.
Se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, empezó
a sentir terror y angustia, y les dijo:
+
-Me muero de tristeza: quedaos aquí velando.
C.
Y, adelantándose un poco, se postró en tierra
pidiendo que, si era posible, se alejase de él
aquella hora; y dijo:
+
-¡Abba! (Padre): tú lo puedes todo, aparta de
mí ese cáliz. Pero no lo que yo quiero, sino
lo que tú quieres.
C.
Volvió, y al encontrarlos dormidos, dijo a
Pedro:
+
-Simón, ¿duermes?, ¿no has podido velar ni
una hora? Velad y orad, para no caer en la
tentación; el espíritu es decidido, pero la
carne es débil.
C.
De nuevo se apartó y oraba repitiendo las
mismas palabras. Volvió, y los encontró otra
vez dormidos, porque tenían los ojos cargados.
Y no sabían qué contestarle. Volvió y les
dijo:
+
-Ya podéis dormir y descansar. ¡Basta! Ha
llegado la hora; mirad que el Hijo del Hombre va
a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levantaos,
vamos! Ya está cerca el que me entrega.
C.
Todavía estaba hablando, cuando se presentó
Judas, uno de los doce, y con él gente con
espadas y 'palos, mandada por los sumos
sacerdotes, los letrados y los ancianos. El
traidor les había dado una contraseña, diciéndoles:
S.
-Al que yo bese, es él: prendedlo y conducidlo
bien sujeto.
C.
Y en cuanto llegó, se acercó y le dijo:
S.
-¡Maestro!

C.
Y lo besó. Ellos le echaron mano y lo
prendieron. Pero uno de los presentes,
desenvainando la espada, de un golpe le cortó
la oreja al criado del sumo sacerdote. Jesús
tomó la palabra y les dijo:
+
-¿Habéis salido a prenderme con espadas y
palos, como a caza de un bandido? A diario os
estaba enseñando en el templo, y no me
detuvisteis. Pero, que se cumplan las
Escrituras.
C.
Y todos lo abandonaron y huyeron.
Lo
iba siguiendo un muchacho envuelto sólo en una
sábana; y le echaron mano; pero él, soltando
la sábana, se les escapó desnudo.
Condujeron
a Jesús a casa del sumo sacerdote, y se
reunieron todos los sumos sacerdotes y los
letrados y los ancianos. Pedro lo fue siguiendo
de lejos, hasta el interior del patio del sumo
sacerdote; y se sentó con los criados a la
lumbre para calentarse.
Los
sumos sacerdotes y el sanedrín en pleno
buscaban un testimonio contra Jesús, para
condenarlo a muerte; y no lo encontraban. Pues,
aunque muchos daban falso testimonio contra él,
los testimonios no concordaban. Y algunos, poniéndose
de pie, daban testimonio contra él diciendo:
S.
-Nosotros le hemos oído decir: «Yo destruiré
este templo, edificado por hombres, y en tres días
construiré otro no edificado por hombres.»
C.
Pero ni en esto concordaban los testimonios.
El
sumo sacerdote se puso en pie en medio e
interrogó a Jesús:
S.
-¿No tienes nada que responder? ¿Qué son
estos cargos que levantan contra ti?
C.
Pero él callaba, sin dar respuesta. El sumo
sacerdote lo interrogó de nuevo preguntándole:
S.
-¿Eres tú el Mesías, el Hijo de Dios bendito?
C.
Jesús contestó:
+
-Sí lo soy. Y veréis que el Hijo del Hombre
está sentado a la derecha del Todopoderoso y
que viene entre las nubes del cielo.
C.
El sumo sacerdote se rasgó las vestiduras
diciendo:
S.
-¿Qué falta hacen más testigos? Habéis oído
la blasfemia. ¿Qué decís?
C.
Y todos lo declararon reo de muerte. Algunos se
pusieron a escupirlo, y tapándole la cara, lo
abofeteaban y le decían:
S.
-Haz de profeta.
C.
Y los criados le daban bofetadas.
Mientras
Pedro estaba abajo en el patio, llegó una
criada del sumo sacerdote y, al ver a Pedro
calentándose, lo miró fijamente y dijo:
S.
-También tu andabas con Jesús el Nazareno.
C,
El lo negó diciendo:
S.
-Ni sé ni entiendo lo que quieres decir.
C.
Salió fuera al zaguán, y un galló cantó.
La
criada, al verlo, volvió a decir a los
presentes:
S.
-Este es uno de ellos.
C.
Y él lo volvió a negar.
Al
poco rato también los presentes dijeron a
Pedro:
S.
-Seguro que eres uno de ellos, pues eres galileo.
C.
Pero él se puso a echar maldiciones y a jurar:
S.
-No conozco a ese hombre que decís.
C.
Y en seguida, por segunda vez, cantó el gallo.
Pedro se acordó de las palabras que le había
dicho Jesús: «Antes de que cante el gallo dos
veces, me habrás negado tres», y rompió a
llorar.]
Apenas
se hizo de día, los sumos sacerdotes con los
ancianos, los letrados y el sanedrín en pleno,
prepararon la sentencia; y, atando a Jesús, lo
llevaron y lo entregaron a Pilato.
Pilato
le preguntó:
S.
-¿Eres tú el rey de los judíos?
C.
El respondió:
+
-Tú lo dices.
C.
Y los sumos sacerdotes lo acusaban de muchas
cosas.
Pilato
le preguntó de nuevo:
S.
-¿No contestas nada? Mira de cuántas cosas te
acusan.
C.
Jesús no contestó más; de modo que Pilato
estaba muy extrañado.
Por
la fiesta solía soltarse un preso, el que le
pidieran. Estaba en la cárcel un tal Barrabás,
con los revoltosos que habían cometido un
homicidio en la revuelta. La gente subió y
empezó a pedir el indulto de costumbre.
Pilato
les contestó:
S.
-¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?
C.
Pues sabía que los sumos sacerdotes se lo habían
entregado por envidia.
Pero
los sumos sacerdotes soliviantaron a la gente
para que pidieran la libertad de Barrabás.
Pilato
tomó de nuevo la palabra y les preguntó:
S.
-¿Qué hago con el que llamáis rey de los judíos
C.
Ellos gritaron de nuevo:
S.
-Crucifícalo.
C.
Pilato les dijo:
S.
-Pues ¿qué mal ha hecho?
C.
Ellos gritaron más fuerte:
S.
-Crucifícalo.
C.
Y Pilato, queriendo dar gusto a la gente, les
soltó a Barrabás; y a Jesús, después de
azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran.
Los
soldados se lo llevaron al interior del palacio
-al pretorio- y reunieron a toda la compañía.
Lo vistieron de púrpura, le pusieron una corona
de espinas, que habían trenzado, y comenzaron a
hacerle el saludo:
S.
-¡Salve, rey de los judíos!
C.
Le golpearon la cabeza con una caña, le
escupieron; y, doblando las rodillas, se
postraban ante él.
Terminada
la burla, le quitaron la púrpura y le pusieron
su ropa. Y lo sacaron para crucificarlo. Y a uno
que pasaba, de vuelta del campo, a Simón de
Cirene, el padre de Alejandro y de Rufo, lo
forzaron a llevar la cruz.
Y
llevaron a Jesús al Gólgota (que quiere decir
lugar de «La Calavera»), y le ofrecieron vino
con mirra; pero él no lo aceptó. Lo
crucificaron y se repartieron sus ropas, echándolas
a suerte, para ver lo que se llevaba cada uno.
Era
media mañana cuando lo crucificaron. En el
letrero de la acusación estaba escrito: EL REY
DE LOS JUDÍOS. Crucificaron con él a dos
bandidos, uno a su derecha y otro a su
izquierda. Así se cumplió la Escritura que
dice:- «Lo consideraron como un malhechor.»
Los
que pasaban lo injuriaban, meneando la cabeza y
diciendo:
S,
-¡Anda!, tú que destruías el templo y lo
reconstruías en tres días, sálvate a ti mismo
bajando de la cruz.
C.
Los sumos sacerdotes se burlaban también de él
diciendo:
S.
-A otros ha salvado y a sí mismo no se puede
salvar. Que el Mesías, el rey de Israel, baje
ahora de la cruz, para que lo veamos y creamos.
C.
También los que estaban crucificados con él
inaultaban.
Al
llegar el mediodía toda a región quedó en
tinieblas hasta la media tarde. Y a la media
tarde, Jesús clamó con voz potente:
+
-Eloí, Eloí, lamá sabaktaní. (Que significa:
Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has
abandonado?)
C.
Algunos de los presentes, al oírlo, decían:
S.
-Mira, está llamando a Elías.
C.
Y uno echó a correr y, empapando una esponja en
vinagre, la sujetó a una caña, y le daba de
beber diciendo:
S.
-Dejad, a ver si viene Elías a bajarlo.
C.
Y Jesús, dando un fuerte grito expiró.
El
velo del templo se rasgó en dos, de arriba
abajo. El centurión, que estaba enfrente, al
ver cómo había expirado, dijo:
S.
-Realmente este hombre era Hijo de Dios.
[C.
Había también unas mujeres que miraban desde
lejos; entre ellas María Magdalena, María la
madre de Santiago el Menor y de José y Salomé,
que cuando él estaba en Galilea, lo seguían
para atenderlo; y otras muchas que habían
subido con él a Jerusalén.
Al
anochecer, como era el día de la Preparación,
víspera del sábado, vino José de Arimatea,
noble magistrado, que también aguardaba el
Reino de Dios; se presentó decidido ante Pilato
y le pidió el cuerpo de Jesús.
Pilato
se extrañó de que hubiera muerto ya; y,
llamando al centurión, le preguntó si hacía
mucho tiempo que había muerto.
Informado
por el centurión, concedió el cadáver a José.
Este compró una sábana y, bajando a Jesús, lo
envolvió en la sábana y lo puso en un
sepulcro, excavado en una roca, y rodó una
piedra a la entrada del sepulcro.
María
Magdalena y María, la madre de José,
observaban dónde lo ponían.]
Palabra del
Señor
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