"UN
TEMA DIFÍCIL Y ACTUAL"
La Palabra de Dios
ilumina todos los aspectos de nuestra existencia. No
sólo lo referente a la oración o a las virtudes
personales, sino también las dimensiones sociales,
profesionales, familiares. Lo que se nos propone hoy es
el tema siempre actual del amor y de la fidelidad
matrimonial.
Un tema que puede
resultar difícil de tratar, dada la situación de
deterioro e inestabilidad cada vez mayor en la vida
matrimonial. Un tema que el sacerdote -célibe él- tiene
que tratar con exquisito respeto a los problemas que
experimentan los matrimonios de hoy, también los
cristianos. Pero sin rehuirlo por difícil. Hoy sería una
de esas ocasiones en que el que predica -preferentemente
desde su sede presidencial-lo haga con el libro del
Leccionario en la mano (hay liturgias orientales que le
dicen al sacerdote que predique "con el Leccionario
sobre las rodillas"), y repitiendo las frases centrales
directamente del libro. Para recordarse a sí mismo y
manifestar a los oyentes que no está trasmitiendo
opiniones personales, sino el plan de Dios.
SERÁN LOS DOS UNA SOLA
CARNE
En la primera lectura
hemos escuchado cómo creó Dios a la mujer. El relato
tiene un lenguaje poético, popular, entrañable, pero que
expresa convicciones profundas que siguen en pie:
- que Dios es quien ha
ideado la atracción de los sexos; que el amor es cosa de
Dios: "no está bien que el hombre esté solo... ";
- que Adán no quedó
satisfecho con ser el señor de los animales: "no
encontraba ninguno como él que le ayudase"; .
- y sí quedó
entusiasmado con la mujer, de la misma naturaleza que
él, con el mismo origen divino, "hueso de mis huesos y
carne de mi carne";
-que los dos están
destinados en el plan de Dios a unirse y ser "una sola
carne", en plan de igualdad, complementarios el uno de
la otra, llamados a engendrar nueva vida, el mayor
milagro que puede pasar en la creación y la mejor manera
de colaborar con el Dios de la vida y del amor. Jesús,
en el evangelio, aparece bendiciendo y abrazando a los
niños: "dejad que los niños se acerquen a mí".
QUE NO LO SEPARE EL
HOMBRE
Ante la pregunta sobre
el divorcio, Jesús apela a la voluntad original de Dios
respecto al matrimonio: lo que Dios ha unido, lo que
desde el principio ha sido el plan de Dios, no puede
depender de las evoluciones sociales o de los intereses
o de la veleidad de unas personas. Según el
Deuteronomio, el marido, en determinadas circunstancias,
podía repudiar a su mujer. La mujer no parece tener ese
"privilegio" (mientras que Jesús sí contempla, aunque
para condenarla igualmente, la misma posibilidad por
parte de ella). La voluntad de Dios había sido la
igualdad y dignidad de la mujer y la estabilidad de la
familia.
Nuestra opinión y
nuestra práctica respecto a la fidelidad matrimonial y
al divorcio, no depende de unas estadísticas, o de unas
costumbres más o menos aplaudidas por los medios de
comunicación, ni de unas leyes civiles que pueden
despenalizar o facilitar situaciones que la ley de Dios
no aprueba (divorcio, aborto). La indisolubilidad
matrimonial no la ha decidido la Iglesia (como, por
ejemplo, el celibato de los sacerdotes en la Iglesia
latina), sino Dios.
Eso sí, con todo el
respeto a la conciencia y a las circunstancias de cada
pareja, que pueden ser en verdad difíciles. Muchos
matrimonios andan a la deriva o se han roto, en parte
debido a la poca madurez y preparación que algunas
parejas llevan al matrimonio, y que provoca que la
Iglesia, en ocasiones, declare la "nulidad de ese
matrimonio" por sus defectos de raíz (que no es lo mismo
que conceder el divorcio). La dificultad en aceptar esta
doctrina puede deberse también a la sensibilidad que nos
transmite nuestra sociedad de consumo: "usar y tirar",
cambio de sensaciones, búsqueda de nuevas
satisfacciones. Esto hace que se deteriore notablemente
la capacidad del amor total, de la entrega gratuita y
estable, del compromiso de por vida, y esto tanto en la
vida matrimonial como en la de los religiosos y
sacerdotes.
Nuestra postura ante
este tema debe ser la de Cristo. Esta es una de las
ocasiones en que notamos que ser cristiano es exigente y
que nos pide renuncias, porque nos propone valores
superiores al mero hecho de satisfacer nuestros gustos.
El amor matrimonial es presentado en la Biblia como un
signo sacramental muy expresivo del amor de Dios a la
humanidad y de Cristo a su Iglesia.
J. ALDAZÁBAL (+)