MIS AÑOS ENTRE SOTANAS
     
(Javier Errea Múgica Periodista)

Javier Errea es periodista. Este texto se publicó en su cuenta de Instagram @javiererrea66 a raíz del que publicó Antonio Muñoz Molina en el suplemento Babelia de El País el 12 de febrero de este año.


En mis años entre sotanas, por emplear el título del artículo escrito por Antonio Muñoz Molina, yo sólo vi humildad y entrega.

A mí, los claretianos me inculcaron valores como el diálogo, el respeto y, sobre todo, la esperanza.

Me enseñaron el Padrenuestro en euskera, que todavía canto, y a no pensar que los cristianos éramos mejores que nadie.

En un colegio masculino, me invitaron a reconocer en las mujeres personas con idénticos derechos y a tratarlas con total naturalidad.

Nunca me hablaron del pecado ni de la culpa ni del infierno; al contrario, me animaron a disfrutar sin complejos, pero con cabeza, del cuerpo y de la naturaleza.

También me mostraron la pobreza infinita de la misión del Norte de Potosí, adonde eran destinados y viajaban con entusiasmo. De allí volvían después con la piel enrojecida, suave acento del altiplano y una humanidad desbordante. O enfermos. Y siempre con sus diapositivas.

Los que no viajaron también nos hacían viajar. A Carlos Pagola, cuando abría el Quijote, se le ponía una cara traviesa que daba gloria verle. No supe si era más del yelmo o del regordete escudero. Tampoco he vuelto a transitar por esos molinos gigantes, ni paladeado el erotismo de Calixto y Melibea, o el de Ana Ozores. Era el mejor profesor de Literatura del mundo. Sí, es verdad, Ananías, exigente profesor de Matemáticas, alguna vez me pellizcó ... Lo merecería. Todos, cada uno a su manera, con sus luces y sus sombras, lo mejor que sabían, procuraron hacer de nosotros personas comprometidas, generosas, sensibles, solidarias, tolerantes. También, austeras. Y abiertas al misterio. Conmigo, en buena medida, fracasaron.

Para ellos, sólo tengo agradecimiento. Han sido -son- unos estupendos testigos de la buena noticia. Mis años entre sotanas no fueron, pues, carcelarios ni cenicientos, sino luminosos. Ni la Segunda República ni la Iglesia, tan humanas ambas, son como nos las están retratando machaconamente en los últimos tiempos. Y Antonio Muñoz Molina, que lo sabe y tiene mucha influencia, debería no ser tan sesgado e injusto. Ni escribir artículos tan miserables.