Me quedé contigo para siempre
Ya
lo había anunciado a mis discípulos, pero ellos no terminaban de
comprender. Me tenía que marchar con el Padre, pero deseaba
ardientemente quedarme en mi Iglesia, en esa Familia que acababa de
nacer para hacer presente el Reino de salvación, de luz, de paz, de
alegría, de la justicia, de la caridad… entre los hombres.
Y como Dios que soy “inventé” el medio para conseguirlo. Pensé en la Eucaristía, en el Pan convertido en Cuerpo Mío y en el vino convertido en Mi Sangre. Quise dejar en el mundo el modo de hacer posible mi presencia permanente, y así instituí el Sacramento de la Eucaristía, que habría de hacerse realidad en el sacrificio de la Misa celebrada por el sacerdote. Y le di a mis ministros ese poder que nadie tiene en el mundo, y el mandato de que lo trasmitieran a todos los que llamase al sacerdocio. Y desde entonces ESTOY CON VOSOTROS allí donde se celebre la Santa Misa, o en donde haya un Sagrario convertido en mi pequeña casa. Es una presencia real y humilde, grande y sencilla al mismo tiempo, pero así es siempre la presencia de Dios. No pienses en acciones deslumbrantes y espectaculares. Lo que quiero es que cuentes con Migo, que vengas a Mí, y me hables, y me acompañes, y celebres mi presencia y me comas… Es mi permanente lección de amor. La Eucaristía es el Sacramento de la fe, el Misterio maravilloso que nos mantiene cerca de los dos. Y Yo te invito a que te sientes a mi mesa y comas de mi Pan.
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