La Constitución dogmática
sobre la Iglesia
Este
documento, el más solemne de
todo el Concilio, comienza
con las palabras "Lumen
gentium" (la luz de los
pueblos).
El primer
capítulo habla del misterio
de la Iglesia " es en Cristo
como un sacramento, o sea
signo e instrumento de la
unión íntima con Dios y de
la unidad de todo el género
humano." Después de este
primer capítulo que describe
la relación de la Iglesia
con Dios Padre, Hijo y
Espíritu Santo.
El
segundo capítulo presenta a
la Iglesia como Pueblo de
Dios, constituido por el
Bautismo y cuya cabeza es
Cristo, en camino por la
historia y destinado a
reunir a todos los hombres.
En este capítulo se señala
la relación entre la Iglesia
y los cristianos que no son
católicos, sus relaciones
con los no cristianos, y
afirma el carácter misionero
del Pueblo de Dios
La
Constitución presenta a
continuación los miembros
del Pueblo de Dios: la
jerarquía (obispos,
sacerdotes y diáconos) y los
laicos.
El tercer
capítulo, sobre la
jerarquía, afirma la
colegialidad del episcopado
(los obispos, sucesores de
los apóstoles, en torno al
Papa, sucesor de Pedro, su
jefe, que ha recibido de
Cristo la responsabilidad de
la Iglesia universal), y
decide que los obispos
locales pueden restaurar el
diaconado como un Orden
permanente y conferir este
Orden a los hombres casados.
El cuarto
capítulo, sobre los laicos,
muestra su participación en
la vida y misión de la
Iglesia (culto, anuncio del
Evangelio, la orientación de
la vida y las actividades de
la humanidad hacia Cristo).
El quinto
capítulo habla de la
vocación a la santidad de
todos los miembros del
Pueblo de Dios.
El sexto
capítulo, sobre los
Religiosos, explica la
función de la vida religiosa
en relación con la vida
espiritual de todo el pueblo
cristiano.
El
séptimo capítulo presenta a
la Iglesia, peregrina en la
tierra hacia la vida eterna,
en comunión con la Iglesia
en el cielo.
El octavo
capítulo presenta,
finalmente, el papel
maternal de María en el
misterio de Cristo y la
Iglesia. Es en sintonía con
este texto que Pablo VI, 21
de noviembre de 1964, otorgó
a la Virgen el título de
Madre de la Iglesia, porque
ella, como madre de Cristo,
es también la madre de todo
el Pueblo de Dios, tanto de
los fieles y como de sus
pastores.